Se dice que, a diferencia de otras Familias Reales, la Familia Real Española no es precisamente de las que cuentan con una gran colección de joyas, y las que tienen, no están denominadas joyas de la Corona, es decir, que pertenezcan a la Institución. La gran mayoría de joyas que poseen los actuales Reyes son únicamente bienes privados.
No obstante, sí que es cierto que cuentan con un pequeño conjunto de joyas, conocido como “joyas de pasar” reservado exclusivamente para el uso de las Reinas españolas, de un valor económico e histórico inigualable, capaz de posicionar en primer plano a la Casa Real en el ámbito de la alta joyería.
El testamento de la Reina
El origen de la colección de las “joyas de pasar” se remonta al año 1963 cuando la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, al hacer su testamento indicó, escribiendo a mano, cuales joyas tenían que pasar de Reina a Reina .
El testamento comienza así “Dado en Lausanne, a 29 de junio de 1963. Yo, doña Victoria Eugenia de Battenberg y Windsor, Reina que fui de España por mi matrimonio con el Rey Alfonso XIII, de cuyo enlace subsistieron al presente cuatro hijos, llamados Don Jaime, Don Juan, Doña Beatriz y Doña Cristina, por el presente testamento ológrafo ordeno mi última voluntad según las siguientes cláusulas…”.
Seguido de este, en dos codicilos más, también ológrafos y escritos en papel especificaba cual quería que fuese el destino de sus joyas más importantes, las “reliquias de la corona”, es decir, las “joyas de pasar”, una expresión que fue acuñada ya anteriormente por la condesa de Barcelona, Dña. María de las Mercedes de Borbón y Orleans, la primera en recibir las joyas.
En él se puede leer lo siguiente: “Las alhajas que recibí en usufructo del Rey Don Alfonso XIII y de la misma Infanta Isabel, que son: una diadema de brillantes con tres flores de lis, el collar de chatones más grande, el collar con treinta y siete perlas grandes, un broche de brillantes del cual cuelga una perla en forma de pera llamada “La Peregrina”, un par de pendientes con un brillante grueso y brillantes alrededor, dos pulseras iguales de brillantes, cuatro hilos de perlas grande, un broche con una perla grande gris pálido rodeada de brillantes y del cual cuelga una perla en forma de pera, todas ellas, desearía, si es posible, se adjudicase a mi hijo Don Juan, rogando a éste que las transmita a mi nieto Don Juan Carlos. El resto de mis alhajas, que se repartan entre mis dos hijas”.
Y así, por expreso mandato, y tal y como indicó la Reina en su día, en 1975, tras la proclamación de Juan Carlos como Rey de España, las joyas de pasar pasaron a formar parte de Doña Sofía. Posteriormente, en 2014, tras el nuevo nombramiento de Rey a don Felipe es ahora Dña. Letizia quién presume de tenerlas en su poder.
Las joyas de pasar
Ya han pasado más de cinco años desde el inicio del reinado de don Felipe, y aunque en un principio parece ser que Doña Letizia se resistió a abrir el joyero ha sabido sacar provecho a su “herencia” porque ya ha lucido casi todas las joyas, excepto el collar de chatones que, se comenta, lo está reservando para un momento especial.
Veamos algunas de ellas:
Tiara Flor de Lis
Es la joya más representativa de la Familia Real, aunque no la de mayor valor. Creada en 1906 por la casa Ansorena, fue el regalo de pedida que Alfonso XIII le hizo a su prometida, la entonces princesa Victoria Eugenia de Battemberg, quien la lució el día de su boda.
Realizada en platino y con numerosos diamantes, en el centro se muestra la flor de lis, emblema heráldico de la dinastía Borbón, unida por roleos y hojas vegetales también de diamantes.
En 2017, doña Letizia hacía acto de presencia con ella estrenándola en la cena de gala celebrada en el Palacio Real, en honor al presidente Macri y su esposa, Juliana Awada.
La luce estupenda en las ultimas fotos oficiales de la Familia Real:
Collar de chatones
Fue otro regalo de boda de Alfonso XIII a Victoria Eugenia, que también lo lució en su enlace. Realizado por la firma española Ansorena, se formó a partir de una gargantilla compuesta por grandes diamantes tallados en forma redonda.
Cuando la reina falleció, dejó dos collares de chatones, el más grande (al que se refiere en su testamento) que es el que ella utilizó en su boda, formado por 30 diamantes, el otro, más pequeño, formado por 27 diamantes pasó a formar parte de la herencia de Don Jaime hasta 1982 que fue subastado por la viuda de éste.
Como bien hemos dicho en párrafos anteriores esta es la joya que aún se le resiste a Doña Letizia. La última vez que se vio en público fue en la cena de gala ofrecida por los reyes Juan Carlos y Sofía, portada por esta última, en junio de 2014.
Pendientes de botones
En su testamento la Reina Victoria Eugenia hacía referencia a ellos como un par de pendientes con un brillante grueso y brillantes alrededor, y lo de “botones” es una denominación de la época para referirse aquellos pendientes que no colgaban.
Al igual que muchas otras joyas de la Familia Real estos fueron realizados por los talleres de Ansorena, y son los pendientes que van a juego con el collar de chatones.
Doña Letizia, desde que se los puso por primera vez, en esa cena de gala donde fue coronada como reina consorte de España junto a la tiara de flor de lis los ha sacado en varias ocasiones.
Como curiosidad comentar que pese a ser una “joya de pasar”, y que por lo tanto solo pueden ser llevadas por Reinas fue los que la infanta Cristina eligió para su boda en 1997, con Iñaki Urdangarin.
Collar de perlas rusas
Según los expertos de entre todas las joyas de pasar, ésta es la pieza de mayor valor. Este collar, que originariamente lo conformaban 41 perlas gruesas y pesaba más de dos kilos, fue un regalo que Alfonso XII le hizo en 1878, a su primera esposa, la Reina María de las Mercedes.
Posteriormente Victoria Eugenia se encargó de quitarle cuatro perlas, de ahí que en su testamento aparezca como “el collar con 37 perlas grandes”.
Esta fue la primera joya de pasar que lució Letizia, y lo hizo en 2015, en la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias.
Broche de diamantes con “La Peregrina”
La Peregrina es, sin dudarlo, la joya con más leyendas de la Familia Real. Se trata de una perla de tamaño y forma inusual y un extraño brillo, que fue descubierta en aguas del archipiélago de las Perlas en Panamá, en el siglo XVI, y que pasó a manos del rey Felipe II de España como parte de las joyas de la Corona.
Sin embargo, como veníamos diciendo, alrededor de esta esfera de nácar son muchas las leyendas contadas, y la más extendida precisamente es la de su autenticidad, pues se dice, que, aunque es cierto que formó parte de la colección de joyas de la Casa Real, con la llegada de José Bonaparte como monarca, éste se la llevó consigo a Francia para posteriormente ser subastada y comprada por el actor Richard Burton para regalársela a Elizabeth Taylor.
Cierto, o no, las Reinas de España siempre la han lucido como complemento en un collar de perlas, o bien, pendiente de un broche de diamantes, como lo mostró la Reina Letizia en la Fiesta Nacional del año 2017.
Pulseras gemelas de brillantes
Se trata de dos pulseras exactamente iguales cuyas piezas en origen formaban parte de una tiara de Cartier, pero que, por su incomodidad a la hora de llevarla, la Reina Victoria Eugenia decidió remodelarla, y con los diamantes que sobraron hizo estas dos pulseras.
Se trata esta de una joya, que, si bien Doña Sofía apenas lució durante su reinado, a Doña Letizia ha sido fácil verla en numerosas ocasiones con ellas, llevándolas de diversas formas, una en cada mano, las dos juntas o una sola.