Joaquim Mir: recorrido artístico de un genio inagotable (Parte I) Pintura 03/04/2024
Pocos pintores que se hayan dedicado básicamente a una temática primordial -el paisaje en este caso- han tenido una obra tan variada, original y diferenciada como Joaquim Mir (Barcelona, 1873-1940). Viendo un paisaje suyo, con relativa facilidad podemos reconocer a que periodo de su dilatada trayectoria artística corresponde. Además, siempre hallamos su sello personal, su fuerza, sus habilidades infinitas con el color, sus intuitivas composiciones, sus variados formatos y sus ágiles encuadres. Podemos encontrarnos ante un cuadro suyo con aportaciones mayores o menores...pero siempre nos dicen algo, nunca decepcionan. Otros paisajistas catalanes de primer nivel, como Lluís Rigalt, Ramón Martí i Alsina, Eliseu Meifrén, Modest Urgell, Enric Serra o Joaquim Vayreda, por citar algunos, tienen producciones muy interesantes y con marcada evolución en algunos casos, pero en ningún caso se pueden delimitar tantos periodos distintos y unes variaciones tan acusadas. Mir no era ningún intelectual, ni viajó para pintar más allá de Cataluña (hasta Mallorca, Andorra o Valencia como mucho), pero tenía una capacidad y una sensibilidad plásticas innatas que fue modelando con los años. Fue a Madrid para admirar a los grandes maestros del Museo del Prado en 1899 y ese mismo año ganó el segundo premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes, pero jamás hizo los tradicionales viajes a París o a Roma. Su panteísmo, su amor desmesurado por la naturaleza y por la pintura, le llevaron, como irónica pero muy acertadamente dijo Josep Pla “a pintar la naturaleza porque no podía comérsela”.
Estas virtudes y esta originalidad de la obra de Mir han hecho que sea muy valorado por los coleccionistas españoles, pero es una cuestión a analizar que no tenga la proyección mundial que merecería. Englobando su trayectoria en lo que podríamos considerar un post-impresionismo avanzado, podría situarse perfectamente al lado de muchos pintores internacionales del siglo XX. Sus obras son la muestra exquisita y viva de lo que tenía alrededor y sus viajes, sus estancias y sus lugares de residencia por la Corona de Aragón fueron estímulos infinitos para su pintura y sus dibujos. No inventaba nada, todo partía de la realidad, fuera un pequeño jardín o fuera un amplio territorio, cualquier motivo era bueno para estimular su creatividad y la mezcla de fuerza de colorido, agilidad de la pincelada e interés visual del encuadre…y siempre sabía sacar buen partido de aquello que tenía alrededor, consiguiendo resultados plásticos inusitados.
Por Balclis han pasado obras de Mir de todo tipo, desde óleos de gran formato, a apuntes pequeños ágilmente manchados a dibujos a lápiz o al pastel o incluso pequeños grabados. Creemos que puede resultar interesante compartir algunas de las muchas piezas que han pasado por nuestras manos, tanto por el placer estético de contemplarlas, como por el hecho de poder situarlas en su trayectoria, dándose pie a acercarnos así a su evolución. Reforzando lo que comentábamos antes de las variaciones plásticas de sus diversos periodos, resulta sintomático que podamos verlo en una selección de una treintena de piezas que se nos han confiado en los últimos 18 años. Pensamos que también es del mayor interés poder disfrutar de obras que en su mayoría han pasado de las manos de unos particulares a otros y que su exposición en Balclis por un breve tiempo, nos permite ahora compartirlas. En orden cronológico aproximado, os ofrecemos las fotografías y algunos comentarios que nos permiten resaltar algunos aspectos en cada caso.
De "Marina con mariscadoras" a "Sa Calobra"
Joaquim Mir. Marina con mariscadoras. Óleo sobre lienzo. Hacia 1890. Balclis, octubre 2021.
Muestra de la habilidad innata de Mir, esta marina pintada hacia sus 17 años, refleja su destreza en captar el realismo de una escena y sobre todo de transmitirnos la sensación de atmósfera y de profundidad, en un espacio donde no aparecen puntos de referencia geométricos o líneas de fuga en perspectiva. Nos habla también del anhelo de Mir por entrar en el circuito artístico, el hecho que realizase un paisaje como éste, al estilo melancólico del ya exitoso paisajista Eliseu Meifrén.
Joaquim Mir. Paisaje de Olot con niñas y ocas. Óleo sobre lienzo. Hacia 1895. Balclis, octubre 2021.
Otra muestra de su etapa de formación, cuando su arte estaba aún por definir, es este paisaje, de atmósfera también ensoñada, y que en este caso nos recuerda los húmedos y verdes paisajes de la Escuela de Olot y particularmente de Joaquim Vayreda. El último plano, de efecto lejano contrasta con el primer término, con un árbol cercano, las niñas y las aves. Curiosamente durante toda su carrera el artista demostró un gran amor por las ocas, que aparecen a menudo en sus cuadros. Fue a Madrid para admirar a los grandes maestros del Museo del Prado en 1899 y ese mismo año ganó el segundo premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Joquim Mir. Cala Sant Vicenç. Óleo sobre lienzo. 1900. Balclis, mayo 2014.
Santiago Rusiñol y Joaquín Mir pasaron el cambio de siglo entre el XIX y el XX en Mallorca. Aunque podría parecer lo contrario, en lugar de ser el ya maduro Rusiñol el que influyó en el joven Mir, más bien fue al revés, y los paisajes del primero, siguiendo con su estilo propio, ganaron en fuerza cromática. Desde finales del siglo XIX, Mir fue el más representativo artista de la Colla del Safrà, grupo de pintores así conocido por utilizar un color amarillo anaranjado muy cercano al azafrán. A partir de entonces, el pintor iría eliminando el negro de su paleta y optando por colores impactantes, armonizados y contrastados de un modo muy personal. A la vez, las pinceladas se fueron soltando y los grosores y texturas del óleo ganaron en riqueza. Mir quedó seducido por la espectacularidad de la costa norte mallorquina y particularmente de la Cala Sant Vicenç realizó diversas vistas que remarcaban la grandiosidad del lugar. La vista elevada que podemos apreciar y el efecto luminoso de los colores claros son testimonio de la pasión encendida que el paisaje balear despertó en el artista.
Joaquim Mir. Paisaje de la Sierra de Tramontana en Mallorca. Óleo sobre lienzo. Balclis, diciembre 2012.
Hasta 1904 estuvo en Mallorca pintando libremente y sin ningún tipo de atadura o cortapisa. El color negro desapareció de sus lienzos y las tonalidades se extremaron, huyendo de una posible fidelidad a los colores de la naturaleza y creando sus propias visiones, que se nos presentan como auténticas fiestas de manchas y de colores. Fue particularmente en la Sierra de Tramontana donde encontraría sus mayores motivos de inspiración, llegando prácticamente al éxtasis estético.
Joaquim Mir. Tronco seco de olivo en Mallorca. Óleo sobre lienzo. 1900. Balclis, marzo 2024
Sorprende ver además como esa riqueza creativa de Mir no tiene límites y en un mismo periodo puede experimentar con diferentes recursos plásticos. En este caso le debió seducir el diseño escultórico y sinuoso del tronco de olivo seco y lo convirtió en protagonista. Con lo cual pasaba de paisaje de gran amplitud y generales a detalles muy próximos como vemos en este caso, extrayendo siempre elementos visuales atractivos. Aquí redujo el choque cromático para pasar a unas tonalidades más frías, pero servidas con unas pinceladas aparentemente suspendidas y de enorme fluidez. Otro recurso que experimento Joaquim Mir cada vez más fue el de pintar en formatos poco habituales. Si el formato característico de un cuadro de paisaje era el horizontal apaisado o en el caso de una marina, aún más apaisado, nuestro pintor hizo gran cantidad de obras cuadradas o casi cuadradas, con lo que forzaba otro tipo de encuadres más inusuales, como podemos ver en estos tres últimos cuadros.
Joaquim Mir. Olivos en Mallorca. Óleo sobre lienzo. 1900. Balclis, mayo 2006
En esta obra de nuevo con olivos y de nuevo con la Sierra de Tramontana de fondo, vemos otro originalísimo tratamiento de las superficies. Las manchas parecen más independientes y los colores son atrevidamente contrastados entre cálidos y fríos. El efecto podríamos considerarlo prácticamente “fauvista”, porque los colores no corresponden a los de la realidad (¡sorprendente la montaña roja!). Pero podemos decir que Mir aún va más lejos en cuadros como éste, porque está casi rozando la abstracción. Elementos como los árboles rítmicos del primer plano, son casi imprescindibles, para que el espectador pueda tener un cierto anclaje en realidad.
Joaquim Mir. Sa Calobra. Óleo sobre lienzo. 1900. Balclis, mayo 2010
El paisaje sorprendente del Torrent de Pareis y Sa Calobra, con acantilados naturales entrando tierra adentro y con reflejos inesperados en aguas estancadas, para culminar con la apertura megalómana hacia el mar, cautivó sobremanera al joven Mir. En las vistas allí pintadas en los más variados formatos, los resultados son siempre sorprendentes. Las manchas de color se intercalan y se superponen, y los grados de abstracción, como en esta pequeña nota, son muy radicales. Prácticamente sólo la pequeña apertura del cielo arriba a la izquierda nos da un indicio de donde nos encontramos. El furor de Mir en Sa Calobra fue tal, que allí sufrió un accidente que obligó a devolverlo a la Península y a ingresarlo en el instituto mental Pere Mata de Reus. No se supo si por un golpe sufrió una conmoción y quedó perjudicado o si tuvo una alucinación y cayó. Afortunadamente se recuperó por completo y el artista pudo desarrollar una larga carrera, de la cual os iremos ofreciendo más joyas.