Grandeza de la escultura catalana en pequeño formato: del Barroco a Corberó Subastas 18/10/2022
Quizás menos conocida que otras escuelas escultóricas peninsulares, como la Castellana o la Andaluza, la tradición de imaginería tallada cuenta en Cataluña con grandes autores entre los siglos XVII y XVIII. Los ejemplos de retablos “in situ”, en museos o desmembrados y de imágenes aisladas son muy numerosos y nos dan prueba de la variedad y peculiaridades de esta gran escuela. Ramón Amadeu y Lluís Bonifaç son algunos de los que mejor representan la trayectoria final de aquella tradición, avanzando el siglo XVIII.
En la próxima subasta de octubre de Balclis se ofrecen diversas esculturas de formato mediano o reducido que ejemplifican a la perfección la evolución de la escultura catalana desde el Barroco hasta la segunda mitad del siglo XX. Podemos ofrecer un recorrido interesante que iniciamos con el danzante y tierno Niño Jesús atribuido al citado Bonifaç. La imagen, de devoción privada o conventual, muestra una frescura infantil y unos volúmenes redondeados, que la alejan de las formas de los niños sevillanos o castellanos, de tono más severo o expresivamente dramáticos.
Lote 428
Atribuido a Lluís Bonifaç
Niño Jesús triunfante
Escultura en madera tallada, policromada y dorada
Hacia 1750-1775
El paso hacia una tradición más académica llegó con el siglo XIX, cuando en la Llotja de Barcelona se ubicó la academia que defendía el gusto neoclásico internacional. En el Mercurio que ahora presentamos, la talla dorada (con curioso aspecto de bronce) muestra una personal versión local del famoso modelo renacentista del mismo tema de Gianbologna. Igualmente, es un buen ejemplo de la entrada de la temática mitológica en la escultura local, ejecutada no en mármol, sino en un material más económico, dúctil y cotidiano como es la madera.
Lote 463
Escuela española -probablemente catalana- de las primeras décadas del siglo XIX
Mercurio
Madera tallada y policromada
Los primeros grandes nombres propios de la escultura del siglo XIX en Barcelona fueron los Vallmitjana: Agapito y Venancio. Ambos llenaron las calles y parques de la ciudad con sus esculturas monumentales, pero también hicieron piezas pequeñas con las que participaban plenamente del gusto imperante. Obras de temáticas alegóricas, mitológicas, cotidianas, pintorescas o exóticas abundaban en su producción, que en pequeño formato solía ser en terracota y a menudo en series que iban reeditando. La Leona (presumiblemente llamada “Saida”) debió ser un animal de algún zoológico local, que comparte el aspecto naturalista y a la vez exótico, por ser una especie típica de tierras lejanas. Con firma autógrafa esgrafiada por Venancio y con inscripción referida a una exposición, debió, por tanto, ser pieza única.
Lote 529
Venancio Vallmitjana
Leona “Saida”
Terracota
Finales del siglo XIX
El anecdotismo de tipo más pintoresco lo podemos ver también en la simpática desenvoltura de la Manola en terracota de Josep Campeny (hijo de Damian Campeny, otro de los grandes escultores del XIX catalán). El gusto por el detallismo virtuoso en los acabados, puede apreciarse perfectamente en la realización de los pliegues del mantón (con sus característicos flecos) y en los volantes del vestido.
Lote 528
Josep Campeny Manola
Terracota
Finales del siglo XIX
El Modernismo apartó los aspectos visuales más historicistas y cuando coincidió con el Art Nouveau internacional difundió unas imágenes soñadoras, ornamentadas con abundancia de flores. El rostro de Joven Ninfa de Lambert Escaler nos remite perfectamente a ese universo poético y ensoñado del Modernismo, reflejado en sus líneas sinuosas, en el rostro sensual, en el protagonismo floral y en la policromía delicada.
Lote 353
Lambert Escaler
Una joven
Terracota policromada
Principios del siglo XX
La fluidez y la fantasía Art Nouveau imperante hacia 1900, a partir de la segunda década del siglo XX, se fue sustituyendo por un mayor clasicismo formal y por una rotundidad mucho más patente en las figuras. El Novecentismo en Cataluña supuso un importante ideario global y tuvo una fundamental repercusión en las artes. El espíritu de recuperación de la sobriedad clásica y de una renovada visión del carácter mediterráneo, implicó una nueva lectura, que tuvo una particular importancia en el terreno escultórico. Tanto en obras de gran presencia urbanística, como las que vemos en la Plaza de Cataluña de Barcelona o en el ajardinamiento de la montaña de Montjuïc, como en versiones de pequeño tamaño podemos ver aquel gigantesco impulso estético.
Sólo hemos de comparar la ninfa de Escaler con la cabeza de Una Joven de Enric Casanovas (las dos con tipología de máscaras artísticas), para entender la diferencia de postulados y de resultados entre el Modernismo y el Novecentismo catalán.
Lote 512
Enric Casanovas
Una joven
Bronce
Segundo cuarto del siglo XX
Frederic Marès fue también autor de exquisito clasicismo renovado, como demuestra en el desnudo femenino de sutilísimo relieve que hace destacar la sobria figura recostada sobre un fondo de plantas mediterráneas. Fue muy conocido por su obra, pero también por su actividad como coleccionista, gracias a la cual fundó el Museo Marès en Barcelona, uno de los mejores en la vertiente escultórica de España.
Lote 525
Frederic Marès
Joven desnuda
Bajorrelieve en terracota
Hacia 1930-1936
Si Casanovas o Marès (como Josep Clarà, de quien también ofrecemos una versión de su grupo “El ritmo”) son canónicos representantes del Novecentismo catalán, otros autores también estuvieron en su órbita, pero ofrecieron unas aportaciones de una acusada personalidad propia. Uno de ellos fue Pere Jou, que desde Barcelona y Sitges creó una obra de formas contundentes y plástica compacta, que recreaba figuras con un peculiar canon pequeño y con cuerpos robustos y generosos de carnes (¡mucho antes que Botero!). Las piezas de Jou suelen ser de ejecución directa en los diversos materiales que utilizaba y las tallas de piedra o madera o las obras modeladas en barro muestran perfectamente su interés en aplicar en las materias sus particulares ideas creativas, de un cierto aire primitivista y que en ocasiones puede recordarnos al arte Románico.
Uno de los grandes y personalísimos escultores del momento fue Manolo Hugué que también se caracterizó por una estética sobria y piezas de reducido tamaño. En sus interesantes relieves, como el de los bueyes en su establo, muestra su particular habilidad para el sintetismo y el juego con los diferentes volúmenes, así como sus peculiares dotes para sugerir y esquematizar el espacio con líneas geométricas de fino grosor. Igualmente, el interesante personaje en bronce refleja su peculiar habilidad por hacer retratos de cuerpo entero, pero a escala reducida. La armonía rítmica en la disposición de las partes del cuerpo y especialmente la textura rugosa de las superficies, dan siempre un carácter especial e inconfundible a sus obras.
Otras esculturas de Apel·les Fenosa o de Eudald Serra siguen mostrando la variedad del panorama escultórico catalán del siglo XX, pero quizás vale la pena fijarse especialmente en un autor poco presente en el mercado, que es Marcel·lí Giné. Escultor rural, dominó enormemente los matices de la terracota y tanto abordó un Novecentismo tardío como un acusado y más radical Expresionismo. Al primer tipo corresponde la recia Espigadora que presentamos: de enérgica presencia plástica y que juega de modo muy original con distintos acabados en la superficie del barro. El autor tiene un museo propio en su localidad natal de Marçà.
Lote 522
Marcel.lí Giné i Folch "Marçà`-Giné"
Espigadora
Terracota
Hacia 1953
Para cerrar este variado repertorio escultórico podemos destacar el sugerente pájaro en bronce dorado de Xavier Corberó, de gran pureza formal y extremadamente bruñido en su acabado, lo que le hace contrastar con la peana rugosa y oscura. Realizada en el último año del siglo XX, la etérea composición es un buen ejemplo de la estética de tipo más vanguardista, que sugiere sutilmente la naturaleza y que roza atrevidamente el lenguaje abstracto.
Lote 595
Xavier Corberó
Pájaro "Bird of Hope"
Bronce dorado
1999