El oro y el arte de dorar y sus aplicaciones Antigüedades 22/05/2023
Tan solo tres cualidades del oro, su color amarillo luminoso, la ductilidad, y el hecho de ser inalterable, han sido suficientes, no sólo para elegir este material para acuñar monedas, sino también, para su utilización en el mundo de las artes de muchas de las civilizaciones, aunque, hoy, nosotros nos vamos a centrar en el oro y su aplicación en las artes decorativas.
Y es que, desde siempre, el oro se ha considerado un material raro, cuando más precioso, más reservado al culto, asociado a la eternidad, al poder divino, y como no a iba a ser, a la ostentación y a la riqueza.
A continuación, pasamos a explicarles algunas de las nociones básicas de este material, y cuál es el procedimiento que siguieron los artistas, para plasmarlo sobre todo en el mundo de la retablísitica.
El oro en la pintura de retablo
En el terreno pictórico, el oro, así como otros materiales del estilo, como puede ser la plata o el estaño, durante la época medieval, se emplearon siempre en forma de hojas finísimas, que acababan adhiriéndose a la superficie del soporte, eficazmente preparado.
Y si tienen la oportunidad de acercarse, ¡acérquense!, y nunca se queden atrás, pues desde lejos, esos fondos, son aparentemente lisos, pero si se acercan, descubrirán la sutileza de unos trabajos finos y elegantes, que van desde dibujos incisos, pequeñas decoraciones repetitivas gravadas en el oro, con la técnica del punzado, hasta ornamentaciones en relieve, realizadas con el mismo dorado, conocida por la técnica del embutido.
Pero, ya no solo los fondos, sino que los nimbos, las mitras, las coronas de muchos de los personajes representados en los diversos compartimentos de los retablos, son también dorados. Las vestimentas, igual, aquellas más preciosistas y elegantes lucían también ornamentos dorados, unos aplicados sobre la capa del color, y otros, se conseguían, pintado los ornamentos con un color transparente u opaco por encima del oro, o bien, esgrafiando el dibujo sobrepuesto para dejar entrever el dorado por debajo. Y todo ello, se hacía, para imitar tanto los motivos bordados, como los tejidos con hilos de seda enrollados en láminas finísimas de oro y plata, tan apreciados en aquella época.
Tipos de hojas metálicas
En la Edad Media, los artistas, sólo trabajaban cuando recibían encargos específicos, y eran, además, los clientes, quienes decidían que materiales usar. En ese sentido, los pintores, compraban siempre los materiales más caros, aunque dependiendo también, del tipo de encargo que habían recibido, y el contrato firmado, pero nunca los acumulaban, pues siempre se compraban en su justa medida, ya que solo la inversión en oro, suponía una parte sustancial del coste total.
Ahora bien, para obtener el dorado en la pintura sobre tabla, los pintores tenían en cuenta varias cualidades de hojas metálicas:
- • La hoja de oro o pan de oro, era la más frecuente. Los clientes, para asegurarse de la calidad del oro, en sus contratos especificaban que fuera de florín de Florencia, una moneda de oro, de 24 quilates, y, por lo tanto, oro puro, de uso bastante extendido en los países de la Europa Occidental.
A diferencia de una hoja de oro fino, que era algo más gruesa y pesada, y, por ende, más cara, el pan de oro, era más afín a ser empleado habitualmente, al ser más duradero y menos vulnerable al desgaste superficial.
- • El oro partido. Era una hoja de oro muy fina batida sobre otra de plata, quedando ambas soldadas. A diferencia del anterior, este era un material que costaba la mitad de precio, al contener menos cantidad de oro, su color era algo más pálido, y tenía que barnizarse para evitar la corrosión, y, aun así, con el tiempo tendía a ennegrecerse.
- • La hoja de plata antigua. Ni que decir que era la más asequible. Lo que se hacía con esta, era barnizarla con un barniz amarillento, la corla, para obtener ese aspecto dorado. Se aplicaba sobre todo en zonas poco relevantes del retablo.
Procedimiento para el aplique del dorado
Sólo algunos pintores contaron con la ayuda de un especialista en dorar. Una vez, que la estructura de madera estaba preparada, con sus diferentes capas de yeso y cola, y se había esbozado el dibujo del pintor a representar, se disponía a hacer incisiones, para delimitar las zonas que irían pintadas, de las doradas.
Realizadas dichas tareas, se daba a paso al aplique de las capas de bol, una arcilla muy fina de color ocre, que se mezclaba con un temple de cola de conejo, en las zonas a dorar, y a continuación se procedía a ello, no sin antes pasarle un pincel con agua, que lo que hacía era regenerar la cola, para que las hojas metálicas se adhirieran mejor al soporte, las cuales, se adaptaban a la superficie, con la ayuda de otro pincel de pelo corto.
Posteriormente, esas hojas, se podían bruñir o pulir con piedra de ágata, para obtener una superficie más brillante, y decorarlas, grabando pequeños dibujos con la ayuda de punzones o ruedecillas dentadas, según el motivo que se quisiera realizar. Ahora bien, en el caso de que se quisiese añadir motivos decorativos en relieve (embutido), como perlados, se deja caer el yeso o la cola liquida en el pincel, y este a su vez, en el soporte. Ya una vez seco, se modelaban los motivos con hierros de raspar. Otras veces, directamente se adherían decoraciones, obtenidas previamente mediante moldes.
En ocasiones, esas hojas metálicas eran pintadas con un color opaco, para posteriormente raspar y hacer aparecer el oro, creando un ritmo dorado – policromo. Igualmente, para conseguir efectos de transparencia sobre el oro, se aplicaban a pincel lacas transparente coloridas.